El niño posee antes de su nacimiento un potencial de desarrollo que podrá alcanzar a la medida en que los factores biológicos y las experiencias en su entorno le sean favorables.
A través de la estimulación temprana oportuna, las familias, educadores y profesores promueven el desarrollo óptimo de los niños a largo plazo y aprovechar las oportunidades para que ellos puedan aprender.
¿Qué es la estimulación temprana?
La estimulación temprana es un proceso natural en el que, a través del juego libre, los niños exploran con sus sentidos (ver, oir, probar, oler y tocar) y ponen en práctica sus capacidades físicas, emocionales, sociales y cognitivas para optimizarlas de acuerdo a su ritmo de evolución mientras ejercen mayor control sobre su mundo.
La necesidad de vivir experiencias estimulantes y novedosas surge de manera evolutiva, pues es requerida para que ellos puedan sobrevivir y desarrollarse adecuadamente.
La estimulación temprana es un enfoque a través del cual se busca promover todos los aspectos involucrados en el desarrollo armónico de los niños.
Fundamentos
Un niño que durante sus primeros años de vida vive en un ambiente estimulante física y emocionalmente, desarrollará un mayor número de conexiones cerebrales, las cuales son necesarias para procesar la información del entorno y aprender. Esto es debido a dos mecanismos principales: la plasticidad cerebral y la neuroprotección.
Durante los primeros tres años de vida, hay periodos sensibles en los que un ambiente estimulante, responsivo y protector tiene impacto a largo plazo en el desarrollo físico, emocional, social y cognitivo óptimo de niñas y niños. Este también es un periodo de mayor vulnerabilidad, puesto que las condiciones inadecuadas también pueden alterar la estructura o funcionamiento del cerebro.
Cuidado con la sobreestimulación
Ante el auge de los programas de estimulación temprana surgieron diversas propuestas que lejos de brindar experiencias favorables para los niños los sobreestimulaban, atentando a su desarrollo armónico.
Los bebés cuentan con una capacidad innata para relacionarse activamente con su entorno y buscar oportunidades para aprender; además, poseen mecanismos que les permiten controlar la cantidad óptima de estimulación para sentirse confortables y protegerse de la estimulación excesiva.
De hecho, cuando nacen tienen una visión y un campo visual limitado que les permite evitar la sobreexposición y enfocar principalmente a sus cuidadores mientras los cargan o alimentan, también cuentan con habilidades motoras limitadas y presentan largos periodos de sueño que les permiten descansar. Por otra parte, también cuentan con reflejos que los protegen de los estímulos que perciben como amenazantes, es por eso que cierran los ojos cuando un objeto se acerca mucho a ellos o lloran cuando están hambrientos, si algo les duele, o cuando se sienten frustrados o incómodos.
Durante el primer año de vida, a medida que el entorno se expande gradualmente, los bebés permanecen más tiempo alertas, incrementan su campo visual y aumentan sus habilidades motoras.
Así, conforme los niños van creciendo, irán transformando sus reflejos en mecanismos de auto preservación efectiva y desarrollarán su habilidad para regular los estímulos mientras interactúan en su ambiente, lo que asegurará que las experiencias típicas que ellos vivan durante sus primeros años promuevan su desarrollo sin abrumarlos.
Aun cuando naturalmente los niños pueden evitar ser sobre estimulados, es importante que seas receptivo y sensible a las señales que tu bebé manifiesta, para identificar hasta donde puedes estimularlo, cómo y cuándo hacerlo.
Beneficios de la estimulación temprana oportuna
Cuando ofreces a los niños un ambiente estimulante facilitas su aprendizaje, ya que promueves su curiosidad, atención y concentración y adquieren más herramientas para interactuar en el entorno.
Además, fortaleces los lazos afectivos ya que los niños se dan cuenta que son importantes para ti; al mismo tiempo, estos momentos te permiten conocer mejor sus intereses, aptitudes y que ellos te conozcan.
La satisfacción que les da a los niños aprender eleva su autoestima y les brinda una sensación de seguridad y gozo al descubrir el alcance de sus potencialidades.
A través de la estimulación oportuna también es posible compensar las fallas en las funciones cognitivas y motoras, sobre todo cuando ésta se realiza durante los primeros años de vida.
Otro beneficio es la mejoría del bienestar físico, lo cual es especialmente notorio en los bebés prematuros o con bajo peso al nacer que se encuentran hospitalizados; pues diversas investigaciones han encontrado que al recibir estimulación, disminuyen sus problemas respiratorios, nutricionales y comportamentales, ganan mayor peso y su estancia en el hospital es menor.
Al contrario, cuando los niños pasan sus primeros años en un ambiente poco estimulante, con interacciones limitadas y carentes de apoyo emocional, su desarrollo cerebral y funciones pueden ser afectadas, pues la carencia de estímulos altera la organización cerebral y la posibilidad de crear estructuras funcionales para el aprendizaje, por lo que tendrán mayores posibilidades de presentar retrasos cognitivos, problemas sociales o de comportamiento y dificultades para enfrentar situaciones de mayor complejidad.
Por otra parte, la exposición excesiva a estímulos agota las reservas de energía del cuerpo, por lo que los niños sobre estimulados presentan mayor irritabilidad, participan en menos actividades, presentan dificultades para concentrarse, están frecuentemente cansados, y a la larga, pueden mostrar comportamientos desorganizados, problemas de atención e hiperactividad y dificultades para adaptarse emocionalmente e interactuar.
Recomendaciones para estimular el aprendizaje en los primeros años
El punto de partida de cualquier propuesta de estimulación oportuna son los niños, pues son ellos quienes deberán interactuar con su entorno para descubrir cómo funciona, construir sus propias estructuras mentales que les permitan comprender y valorar su mundo y alcanzar nuevos logros.
Para apoyarlos, la función que tienen los padres o educadores es proporcionarles diversas oportunidades para explorar por ellos mismos. Lo importante no es que les presentes muchos estímulos, sino que generes interacciones en las que ellos participen activamente actuando sobre su entorno con o sin tu ayuda para aprender.
La mayor parte de las actividades que realizas cotidianamente con los niños son oportunidades para estimularlos y ayudarlos a crecer, desde cargarlos para cambiar su pañal hasta platicar con ellos; esto dependerá principalmente de que establezcas una relación afectiva y receptiva.
La mejor manera de estimular a tu bebé es jugando con él, pues a través del juego estimulas el uso de su cuerpo y de todos sus sentidos, desarrollas sus habilidades cognitivas y formas un lazo más estrecho. Por eso procura que cada actividad que realices con él sea divertida para todos y haz del juego una rutina, de modo que no pase un día en el que tú y tu bebé no jueguen y se diviertan.
Abrázalo, bésalo y platica con él sin importar la actividad que estés realizando ya que el desarrollo intelectual es inseparable del afectivo y la información que no sea significativa para un niño o no esté relacionada con su entorno de afectos, motivos y valores no conducirá al desarrollo.
Tu bebé aprende más al interactuar contigo que con cualquier juguete, además a través del contacto reconocerá que es amado, aceptado y comenzará a conocer su cuerpo; el afecto que le das es la mejor manera de estimular su desarrollo e involucrarlo en las actividades diarias.
Nada enciende más la mente de un niño como jugar
Dr Stuart Brown